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JUAN MANUEL BARRERA: ( 1828 - 1888)--AUTOR. LÁCIDES MARTINEZ AVILA.








JUAN MANUEL BARRERA.

Nació en Chiriguaná - Colombia

AUTOR. LÁCIDES MARTINEZ AVILA.

En el siglo XIX, tuvo lugar, en lo que hoy es el departamento del Cesar, el nacimiento y muerte de un extraordinario poeta, cuyo reconocimiento y justipreciación estamos en mora de hacer, y que tuvo el acierto, coincidencial o premonitorio tal vez, de dedicar gran parte de su valiosa obra a exaltar el tema de la paz.
Decimos coincidencial o premonitorio, porque de todos es sabido que hoy por hoy nuestra querida tierra cesarense ya no es aquel remanso de paz que otrora fuera, cuando los únicos brotes de violencia que se suscitaban eran las esporádicas incursiones de los indios motilones en los poblados de las estribaciones de la serranía, y una que otra riña entre vecinos, dirimida generalmente a puñetazos que no dejaban huella alguna en el alma ni en los corazones de sus protagonistas.
Se trata de Juan Manuel Barrera, quien, además de poeta, fue periodista, parlamentario, abogado y coronel del ejército colombiano. Nació en Chiriguaná hace ciento ochenta años (exactamente el 3 de abril de 1828) y murió en Río de Oro en el mes de junio de 1888. Sus estudios primarios y secundarios los cursó en el Colegio Pinillos de Mompós, donde obtuvo el título de Bachiller en Filosofía y Letras. Al egresar de allí, comenzó a caminar solo hasta ingresar al ejército y, posteriormente, a la universidad, en la que se graduó de Doctor en Derecho y Ciencias Políticas.
Llegó a ocupar diversos cargos públicos, entre ellos, el de vicerrector de la Universidad del Magdalena, inspector y miembro de la Corporación Municipal de Santa Marta, secretario y alcalde de esa misma ciudad, diputado, senador, ministro plenipotenciario y jefe militar del Estado Soberano del Magdalena.
Fue colaborador de varias publicaciones regionales y nacionales, entre las que figuran: “El Mercurio”, “El Clamor Popular”, “La Paz”, “El Eco de la Juventud”, “El Tren”, “El Magdalena’, “La Gaceta Mercantil” y “El 11 de Diciembre”.
Los libros que de él se conocen son: “El álbum de mis versos”, “Las glorias de la patria”, “Nomenclátor autógrafo colombiano”, “Historia de la Biblia” y “Rosa e Inés”. Además, tradujo “El ángel desterrado”, de Beranger, lo cual evidencia dos cosas: la primera, obviamente, su manejo y dominio de la lengua gala, y la segunda, su manifiesto interés por los asuntos del pueblo, pues sabido es que la poesía de Beranger tiene un carácter eminentemente populista, al encarnar los sentimientos que albergaba la mayoría del pueblo francés en la primera mitad del siglo XIX y expresar una abierta simpatía por los desdichados.
Precisamente, una de las facetas más destacadas de Juan Manuel Barrera la constituyen su profundo nacionalismo y amor patrio, así como su comprobada sensibilidad por los problemas y necesidades sociales, atributos que lo definen como un verdadero sociohumanista. Fue, digámoslo así, un excelso poeta y un militar de alto rango alineado en las filas del pueblo raso e identificado con sus aspiraciones e ideales. Así lo atestigua la orientación claramente popular de la mayoría de las publicaciones en que colaboró con sus artículos.
Otro mérito notable de nuestro bardo es el que le confiere su condición de historiador nacional, uno de los primeros de la época republicana. Al respecto, me he permitido transcribir lo expresado por el polígrafo bolivarense Abel Ávila en su obra “El pensamiento costeño; diccionario de escritores”:
“Muchos afirman que Juan Manuel Barrera es uno de los artífices del conocimiento histórico de Colombia; que su trabajo marca un hito, como paso inicial, para construir la historia patria. “Las glorias de la patria”, como exégesis a héroes, señala una especie de derrotero sazonado con picaresca y prosa poética. La historia vivida y narrada por el autor pone de manifiesto la veracidad de la documentación, y de allí, su validez para ampliar y modernizar el criterio histórico que usó el poeta”.
El siglo en que le tocó vivir fue un siglo de frecuentes convulsiones sociopolíticas en nuestro país, donde, por lo menos, cada diez o quince años se producía un suceso violento de alcance nacional, cuya mayoría tuvo lugar durante la vida de Juan Manuel Barrera. Así tenemos que, cuando éste contaba con la edad de doce años, estalló la llamada Guerra de los Supremos; más tarde, en 1854, tuvo lugar el golpe militar de José María Melo a José María Obando; después, en 1860, aconteció la revolución encabezada por Tomás Cipriano de Mosquera contra Mariano Ospina Rodríguez; posteriormente ocurrió la Guerra del 76 o insurrección de los estados federales conservadores contra el gobierno central de Aquileo Parra, y, por último, la guerra del 85, postrer intento del radicalismo liberal por derrocar a Rafael Núñez y retomar las riendas del poder. Todos estos acontecimientos debieron de influir sin duda en el carácter y el perfil del poeta.
Veamos una muestra representativa de la obra poética de Juan Manuel Barrera: su excelente poema “A Remigio”, una composición de estilo lírico en la que concurren elementos del romanticismo reinante y del incipiente modernismo:
Yo no quiero encontrarme en los combates
en que el bronco cañón estrepitoso,
vomitando la muerte destructora
con horrísonos sones espantosos,
con bombas y metrallas infernales,
y del fusil el plomo presuroso,
los hilos cortan de apreciadas vidas
y tornan en inválidos mil otros.
Necios humanos que la vida exponen
por insaciables fines caprichosos;
de tajantes espadas el encuentro
yo no quiero escuchar, ni el horroroso
triquitraque de agudas bayonetas
que la muerte doquier siembran y el lloro;
del bélico instrumento oír no quiero
las marchas y los toques pavorosos,
ni quiero ver al vencedor soldado
recogiendo los míseros despojos...
Colócame, ¡oh amigo!, en otras lides
en que no haya instrumentos horrorosos,
y ponme de enemigo a una hermosa
de pelo de azabache, si no de oro;
de una tez suave de carmín y lirio;
negros, brillantes, seductores ojos
que con una mirada solamente,
no digo que avasalle, ¡vuelva loco!;
de un andar elegante; pie pulido;
turgente seno; talle esbelto, airoso…
Entonces me verás luchar ardiente;
verásme combatir con noble arrojo
hasta apurar los medios del ataque,
o ceñirme de lauro victorioso.
Como se puede apreciar, el poema refleja, por un lado, la vocación pacifista del autor, y, por otro, un elemento que ha sido consustancial y propio de la producción artística, musical y literaria de esta región del país: la exaltación apasionada de la mujer como fuente de inspiración.
En lo referente a la paz, llama poderosamente la atención en Juan Manuel Barrera --y es cosa que lo enaltece aún más--, el hecho de que, siendo él portador de una formación castrense, tuviera a la vez una profunda vocación pacifista, corno lo denota no sólo éste sino la mayor parte de sus poemas. Ello nos confirma una cosa: que la paz la deseamos todos, incluso los combatientes mismos, y me atrevería a decir que ellos quizás más que nadie, por paradójico que pueda parecer.
También nos corroboran estos versos que el anhelo y la necesidad de paz, aparte de ser un sentimiento universal constante de la humanidad, constituye en nuestro país una aspiración particularmente perentoria, que no es nueva ni mucho menos, sino que nos ha acompañado a lo largo de nuestra historia una historia que, para nuestro oprobio e infortunio, siempre ha estado plagada de violencia.

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