EN LA OBRA LITERARIA DE GABRIEL GARCÍA MARQUEZ- “VIVIR PARA CONTARLA”. SE HACE REFERENCIA A MANUEL CUELLO DEL RIÓ, (HERMANO DE MARÍA DEL TRÁNSITO CUELLO) QUIEN FUE SU PROFESOR DE HUMANIDADES EN EL LICEO NACIONAL DE ZIPAQUIRA-COLOMBIA..
EN LA OBRA LITERARIA DE GABRIEL GARCÍA MARQUEZ- “VIVIR PARA CONTARLA”. SE HACE REFERENCIA A MANUEL CUELLO DEL RIÓ, (HERMANO DE MARÍA DEL TRÁNSITO CUELLO) QUIEN FUE SU PROFESOR DE HUMANIDADES EN EL LICEO NACIONAL DE ZIPAQUIRA.
TOMADO DE “VIVIR PARA CONTARLA” LA AUTOBIOGRAFÍA DE GABRIEL GARCÍA MARQUEZ- PAGINAS: 231-232.
AUTOR: GABRIEL GARCÍA MARQUEZ.
Tengo que desbaratar los números en sus componentes más fáciles, en especial el siete y el nueve, cuyas tablas no pude nunca memorizar. De modo que para sumar siete y cuatro le quito dos al siete, sumo el cuatro al cinco que me queda y al final vuelvo a sumar el dos; ¡once! La multiplicación me falló siempre porque nunca pude recordar los números que llevaba en la memoria.
Al álgebra le dediqué mis mejores ánimos, no sólo por respeto a su estirpe clásica sino por mi cariño y mi terror al maestro. Fue inútil. Me reprobaron en cada trimestre, la rehabilité dos veces y la perdí en otra tentativa ilícita que me concedieron por caridad.
Tres maestros más abnegados fueron los de idiomas. El primero- de inglés- fue míster Abella, un caribe puro con una dicción oxoniense perfecta y un fervor un tanto eclesiástico por el diccionario Webster´s, que recitaba con los ojos cerrados.
Su sucesor fue Héctor Figueroa, un buen maestro joven con una pasión febril por los boleros que cantábamos a varias voces en los recreos. Hice lo mejor que pude en los sopores de las clases y en el examen final, pero creo que mi buena calificación no fue tanto por Shespeare como por Leo Marini y Hugo Romani, responsables de tantos paraísos y tantos suicidios de amor.
El maestro de francés en cuarto año, Monsieur Antonio Yelá Alban, me encontró intoxicado por las novelas policiacas. Sus clases me aburrían tanto como las de todos, pero sus citas oportunas del francés callejero fueron una buena ayuda para no morirme de hambre en Paris diez años después.
La mayoría de los maestros habían sido formados en la Normal Superior bajo la dirección del doctor José Francisco Socarras, un siquiatra de San Juan Del Cesar que se empeñó en cambiar la pedagogía clerical de un siglo de gobierno conservador por un racionalismo humanitario.
Manuel Cuello del Rio, (hermano de Maria del Tránsito Cuello y abuelo del Licenciado en Física y Matemática Gustavo A. Cuello Rangel) era un marxista radical, que quizás por lo mismo admiraba a Lin Yutang y creía en las apariciones de lo muertos.
La biblioteca de Carlos Julio Calderón, presidida por su paisano José Eustacio Rivera, autor de la Voragine, repartía por igual a los clásicos griegos, los piedracielistas criollos y los románticos de todas partes. Gracias a unos y a otros, los pocos lectores asiduos leíamos a San Juan De la Cruz o a José María Vargas Vila, pero también a los apóstoles de la revolución proletaria.
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