AUTOR. HONORIO ANTONIO MARTINEZ CUELLO.
Hace mucho tiempo llego
de Curumani a la Plaza de las Mercedes de Chiriguaná la señora Sebastiana
Mendoza y compró una casa ubicada entre la señora María Torcoroma y el señor
Juan Rosado, en la calle de Galeano, con el dinero que le enviaban sus hijos
desde Venezuela; Sebastiana era una mujer joven que tenía tres hijos los cuales
viajaron a Venezuela a trabajar porque el dinero venezolano tenía un valor
superior al peso colombiano.
El oficio que realizaba
Sebastiana era lavarle y plancharles la ropa a las personas del pueblo y con
esa labor diaria le servía para mantenerse mientras sus hijos le enviaban el
dinero de Venezuela.
Todos los días la señora
Sebastiana llegaba al Granero de la Plaza de las Mercedes de propiedad de la
señora María del Tránsito Cuello, que vendía al por menor y surtía a los
habitantes de la Plaza de las Mercedes de Petróleo, Queso, Arroz, Panela,
Huevos de Gallina, Sal, y todo lo relacionado a la alimentación de las familias; la señora María del Transito
Cuello propietaria del Granero, a pesar
de tener un letrero en su negocio que decía “HOY NO SE FIA, MAÑANA SI” le fiaba
a Sebastiana, de quien se hizo amiga y ésta
le contaba todo lo relacionado a sus familiares y amigos de su pueblo.
Sebastiana, una mujer de
aproximadamente treinta años de edad, costeña, que nos contagiaba con su
alegría y risa inconfundible, abierta al dialogo, comprensiva, entusiasta y sin
tapujos en la lengua, descomplicada, alcahueta, amiguera, bailadora de cumbia y
mapalé, se notaba en ella ese folclor, esas ganas de gozar la vida llevando con
ella su cultura. Morena encantadora, que en ella se resaltaba la belleza de la
mujer costeña, desde todo punto de vista, fue buena amiga, madre e hija. Era
capaz de darlo todo por sus hijos, inclusive por sus nietos a quienes crio
cuando sus hijos viajaron a Venezuela a buscar una mejor vida; guardaba ese
respeto por el prójimo con sus valores enraizados de sus ancestros.
Aunque muchos la
criticaban se notaba en ella esa inocencia en la forma de ver la vida sin
complicaciones, era una abuela llena de cariño para con sus nietos; cada mañana
que se levantaba de su cama lo hacía con una sonrisa a flor de piel.
Cierto día la señora Sebastiana,
llego muy triste al Granero y se encontró con mi padre Pedro Martínez Mejía, y
le dice, -Pedro, hace tres días que no puedo dormir por un dolor de cabeza que
no se me quita-, mi padre le contesta – Es posible que sea una migraña-, mi
padre se levanta de la silla donde estaba sentado y se dirige a la cocina de la
casa donde tiene varias plantas medicinales y le entrega unas plantas a
Sebastiana para que las cocine, las cuele y se tome en un pocillo de tomar café
el líquido de las plantas después de cada comida; Sebastiana le pregunta a mi
padre, por el nombre de las plantas y él le responde diciéndole que son plantas
medicinales, ellas son curara, tusilago,
quina y sanguinaria, las cuales sirven para limpiar los vasos sanguíneos y para
la migraña.
Pasado quince días la
señora Sebastiana, le dice a mi padre que continua con el dolor de cabeza y que
cada vez, es más intenso y a veces no puede mover la cabeza y con pulsaciones y
ganas de vomitar; mi padre preocupado le dice -vamos para donde el doctor
Robertico que tiene el consultorio frente a la iglesia de Nuestra Señora la
Virgen de Chiquinquirá-, mi padre acompaña a Sebastiana al consultorio del
médico Robertico y esperan el turno para ser atendida, Sebastiana ingresa al
consultorio y después de un saludo familiar,
el médico la examina y le manda unos medicamentos para el dolor de
cabeza; mi padre le pregunta al médico Robertico- Cuanto le debo doctor- y el
médico le responde – Pedro tienes mucha plata- mi padre le da las gracias al
médico y van a la farmacia de la señora Chávela Royero y compran los
medicamentos y ese mismo día comienza el tratamiento.
Terminado el tratamiento
del doctor Robertico; Sebastiana continua con los dolores de cabeza y muy
desesperada, le dice a mi padre que se va a morir y que sus nietos se quedarían
solos, porque no tenía familiares en Chiriguaná y en un acto de desesperación,
decide visitar al carpintero del pueblo señor Blas Candelario Salazar, para que
le haga un ataúd, porque quiere tener todo listo para cuando llegue el momento
de su muerte.
A los pocos días el
carpintero le dice a la señora Sebastiana, que su ataúd está listo y pintado de
negro, la señora Sebastiana visita al Granero y le dice a mi mamá – Niña
Tránsito présteme a Toñito para que con la carretilla me lleve el ataúd a mi
casa- mi madre acepto la petición de su amiga.
Invite a mis amigos de
la Plaza de las Mercedes de Chiriguaná, para que me acompañaran a trasladar el ataúd
del taller de carpintería del señor Blas Candelario Salazar a la casa de Sebastiana
Mendoza en la Calle Galeano del pueblo entre ellos Nain Mejía Díaz, William
Mojica Pérez y Alirio Morales León, mis compañeros de siempre.
Llegamos al taller de
carpintería ubicado en toda la esquina de la Calle Simón Bolívar con callejón
del Mercado Publico, acompañado de la señora Sebastiana y entre varias personas
montamos el ataúd en la carretilla en forma horizontal, yo iba conduciendo la
carretilla de madera y mis compañeros sostenían el ataúd y en el trayecto del
taller de carpintería y la casa de Sebastiana, nos rodearon una romería de
muchachos con una sonrisa juvenil que también ayudaron en el traslado del
ataúd.
Al llegar a la casa de Sebastiana
la romería de muchachos que nos acompañaron al traslado del ataúd nos ayudaron
a cargarlo y montarlo encima de dos mesas de madera pegada la una a la otra que
la señora Sebastiana tenía lista en la sala de su casa para montar el ataúd.
Al día siguiente la
señora Sebastiana llega al Granero y le dice a mi madre- Niña Tránsito anoche
dormí dentro del ataúd-, no sé si era para asustarme o mamarle gallo a mi mamá,
mi madre no expreso comentario alguno.
Con el dinero que
enviaban sus hijos de Venezuela compró los elementos que se requieren para la
velación de una persona como el cristo, velas, sábanas blancas, el vestido para
el funeral y demás accesorios, como también había comprado la bóveda en el
cementerio de Chiriguaná para su sepultura.
Todos los días la señora
Sebastiana, llegaba al Granero con el mismo comentario- “anoche dormí dentro
del ataúd, para irme acostumbrando”-. Apenas llegaba Sebastiana al Granero, yo
me escondía, ya no quería seguir escuchando el mismo comentario- “Tránsito o
Pedro anoche dormí dentro del ataúd”-.
Una mañana Sebastiana llega
al Granero le dice a mi madre –Tránsito murió el señor Luis Ramiro Martínez y
sus familiares llegaron anoche a la casa a prestarme el ataúd y yo se lo preste
y me dijeron que dentro de ocho días me lo devolvían.
Fue pasando el tiempo y Sebastiana
ya no se quejaba de su dolor de cabeza y cuando mi padre o madre le preguntaban
por el dolor de cabeza ella respondía –desde que comencé a dormir en el ataúd
el dolor de cabeza desapareció y todas las enfermedades-.
Así pues, que Sebastiana
se convirtió en Chiriguaná, en la primera funeraria, ya que prestaba el ataúd y
sus accesorios a los lugareños del pueblo y al poco tiempo se lo devolvían.
Sebastiana duro 103 años
de vida y el día en que falleció de vieja su ataúd lo habían prestado y los
familiares tuvieron que comprar un nuevo ataúd para su sepultura, porqué el
ataúd que había comprado para su funeral no lo habían regresado.
Los vecinos del barrio donde murió Sebastiana hicieron la vaca para
contratar una banda de música o papayera con el fin de acompañar en el recorrido
del sepelio a la misa del funeral en la iglesia y al cementerio del pueblo.
El ataúd fue llevado en
hombro de los lugareños del barrio, en agradecimiento de todos los favores que
en vida le hizo a su región, desde rezar a los niños cuando tenían mal de ojo
hasta prestar el ataúd y sus accesorios para el funeral de los lugareños sin
recursos del pueblo.
Lo insólito del sepelio
era que las personas que cargaban el ataúd iban bailando al son de la música y
los acompañantes entonaban las canciones que ella en vida cantaba, evocaban los
recuerdos vividos y la despedían de una forma más íntima.
Asi las cosas, ¡el hombre débil teme a la muerte, el desgraciado la llama, el valentón la provoca y el hombre sensato se prepara para esperar la muerte como Sebastiana Mendoza!.
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