LA LEYENDA DEL PERRO LINDBERGH.
AUTOR. HONORIO ANTONIO MARTINEZ CUELLO.
Cuenta mi madre Maria
del Transito Cuello, que para el año 1960, mi padre Pedro Martínez Mejía, llevó
a nuestra casa, en La Plaza de las Mercedes de Chiriguaná, un perro criollo
cachorro, de la Finca la Elvira ubicada en la región del Mamey en jurisdicción
de Curumani- Colombia, con el fin, que proporcionara una sensación de bienestar
emocional a través del amor incondicional que nos daría el perro y sería una
gran compañía para nuestra familia.
Mi madre le pregunta a
mi padre, -Que nombre le pondrías al perro y él le contesto- El nombre del perro
seria Lindbergh en honor a Charles Augustus Lindbergh, aquel aviador e
ingeniero estadounidense que en 1927 alcanzo la condición de ser el primer
piloto en cruzar el océano Atlántico de oeste a este, uniendo el continente
americano y el continente europeo en un vuelo sin escalas, en solitario-.
El perro tenía un color
amarillo, pero causaba admiración, porque al final de la cola tenía los pelos
de color blanco.
Yo era un niño de tan
solo cuatro años, que no paraba un instante de jugar y además cuidaba todos los
animales que teníamos en la casa, como cerdos, gallinas, palomas caceras y
especialmente cuidaba a Lindbergh con el cual jugaba diariamente y era el
encargado de suministrarle la alimentación y fuimos amigos inseparables.
Ambos fuimos creciendo
y el perro en su etapa adulta, se convierte en el guardián de nuestra casa, en
las noches era una fiera y en el día era muy dócil ya que mi padre era
comerciante de ganado vacuno y mi madre era la propietaria del Granero de la
Plaza de las Mercedes de Chiriguaná.
Cuando tenía
aproximadamente siete años de edad, mi padre me invitaba a los playones de
Chiriguaná a galapagear y salíamos de nuestra casa en el caballo Rocinante el
mismo nombre del caballo de Don Quijote
de la Macha, a quien éste conducía y yo iba en el anca acompañado de nuestro
perro Lindbergh, quien prácticamente era un sabueso, porque en el recorrido por
las sabanas, tras encontrar el rastro de la presa, empezaba a perseguirla
mientras iba latiendo o ladrando para avisarle a mi padre el recorrido por la
espesura, detectando el rastro de olor dejado por el animal de monte y los capturaba
y se los llevaba a mi padre, quien los cogía y lo introducía en saco de fique.
También el perro Lindbergh
me acompañaba a llevar el caballo de mi padre, por la calle de barranquillita,
hasta llegar al potrero de Pascualito Gómez a donde lo guardaba para pastar y
allí pasaba la noche. Lindbergh era mi gran amigo y estaba en todas las
actividades de mi niñez y juventud.
Cada vez que mi padre
iba a vender carne en el mercado público de Chiriguaná, le decía a mi madre-
Transito llamas a Toñito y a Lindbergh, para que me acompañen-; y así era, salíamos
a las tres de la mañana de la Plaza de las Mercedes, por la calle Galeano hasta
llegar a la esquina de Chema del Castillo Pérez y Oiden Pérez Infante, doblábamos
a la derecha por el callejón de Miguelito Parejo, hasta llegar al mercado público,
mi padre llevaba sus útiles de trabajo, el peso, el cuchillo de cortar la
carne, su bata blanca, sus albarca de
tres punta y su reloj de marca Ferrocarriles de Antioquia.
Una vez en el mercado público,
mi padre se dirigía a la mesa que por sorteo le había correspondido, esperaba
la llegada de la carne del matadero nos preparábamos para la faena diaria;
llegaba la carne era instalada en unos tubos de hierro que había al fondo de cada
mesa o local, otra era depositada debajo de la mesa, las personas llegaban y
gritaban - A mi señor Pedro, dos libra de carne de hueso de la viuda y así sucesivamente,
yo recibía el dinero y daba los vueltos, el perro Lindbergh, se echaba en una
esquina dentro del mercado, cerraba y abría los ojos vigilante de nuestro
trabajo en la venta de la carne al público.
En esa época en
Chiriguaná, no había veterinarios y mucho menos se vacunaba a los perros,
tampoco eran bañado para estar higiénicamente limpio, era una época en que
cuando a un perro le caía la enfermedad de mal de rabia, salían todos los vecinos en
donde vivía el perro con garrotes y piedras para matar al perro, yo rezaba
todas las noches para que a mi perro no le diera esa enfermedad.
Para el año 1970, ya el
perro Lindbergh estaba viejo, enfermo y cansado de la vida, tenía una enfermedad
que llaman Sarna, ese año llegó a nuestra familia en la Plaza de las Mercedes
de Chiriguaná, procedente de Becerril, mi hermano de padre Over José Martínez
Rivero, hijo de Victoria Rivero con mi padre Pedro Martínez Mejía; Over asimilo
las costumbre de la familia sobre todo obedecía a mi padre ya que él era en el
hogar la Ley y el Orden.
Un día cualquiera de
ese año mi padre dice- Over y Toño, lleven al perro Lindbergh, a las sabanas y
se llevan los garrotes que utilizo para matar los cerdos, lo matan y lo dejan para que los goleros o zamuro se lo
coman, porque ese perro está sufriendo-.
Salimos Over y yo con
el perro Lindbergh, amarrado con una cabuya por el cuello, y cada uno llevábamos
un garrote para matarlo, cuando íbamos por la planta eléctrica de Chiriguaná
por donde vivía Manuel María, de un árbol de mango salen una desbandada de
cotorras vuelan por el cielo en dirección a nosotros, nos golpean con una
fuerza descomunal, yo caigo al suelo, mi hermano Over que es mayor que yo y
tiene más fuerzas, manotea con las aves y estas huyen con rumbo desconocido,
como presintiendo lo que iba a pasar con el perro.
Llegamos a los
alrededores de la Chamba de Siria mi hermano Over amarra al perro en un árbol yo
me quedo en un matojo llorando a mi amigo que mi hermano va asesinar y comienza
a darle garrotazos en todo el cuerpo el perro queda tendido en el suelo como
muerto y mi hermano me dice- Toño ya está muerto, vámonos para la casa-.
Cuando llegamos a la
casa le decimos a mi madre- Mamá ya Lindbergh está muerto- ella responde -al
fin ese perro descansó-
Transcurrido tres días,
aproximadamente a las doce del día, voy
por donde Matilde Nieto en la calle Galeano llegando a mi casa, venia del
Colegio Instituto Caldas del Maestro Juan Mejía Gómez, cuando veo a Lindbergh
que corre hacia mí y me saluda, yo me agacho y lo abrazo y hasta le doy un beso
y hago una exclamación – Lindbergh estas vivo, vamos para la casa- Mi padre le
dice a mi hermano Over y a mí, -buen trabajo él que hicieron ustedes-; Lindbergh
se le acerca a Over le menea la cola y lo saluda, como diciéndole no me vayas a
matar.
Al día siguiente, mi padre utiliza una olla grande y la llena de agua, coge del árbol la ceiba de brujas que está en el patio de la casa, las hojas más tiernas y las estruja con el agua depositada en la olla, hasta hacer la especie de un shampoo y baña al perro por tres días seguido, el perro se cura de la Sarna y como a los cuatro años muere de viejo.
Mi padre Pedro Martinez Mejía, ordenó que fuera sepultado en el patio de la casa, en la cual se hizo una fosa y se deposito su cuerpo en ella y se lleno la fosa con tierra, quedando sepultado mi perro Lindbergh y por las noches se escuchaba el ladrido del perro como si su alma estuviera en pena.!!!
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