DUELO
A MUERTE EN LA LOMA.
AUTOR. HONORIO ANTONIO MARTINEZ CUELLO.
Para el año de 1970 la
Loma de Potrerillo, en ese entonces, jurisdicción municipal de Chiriguaná en el
Departamento del Cesar, sus habitantes vivían de la agricultura y la ganadería.
Por lo general, se trata de una región donde la industria no estaba
desarrollada y por lo tanto, su economía era bastante precaria. En ese pueblo
vivían los lugareños Víctor Silvestre y Juan Manuel Navarro.
Víctor Silvestre era
ganadero y tenía su hacienda MÍRAME Y NO ME TOQUES, donde se dedicaba a la
producción de leche desde la década de los sesenta. Heredo la hacienda de su abuelo Pedro
Silvestre y se acostumbró a trabajar de manera informal y empírica, sin controles de calidad, sin contabilidad ni
planificación.
Su negocio no crecía y
nunca se preocupó de producir más. Es decir, se había estancado y no hicieron los procesos necesarios para elevar su competividad y convertirse en
proveedores de algunas empresas de productos lácteos de la Costa Norte de
Colombia.
Por su parte Juan
Manuel Navarro, tenía una parcela MIS
DESEOS de 20 hectáreas, en la que se
dedicaba a la agricultura, su tierra era fértil y albergaba 60 especies de
árboles y arbustos diferentes; pero Juan Manuel tenía un problema que todos los
fines de semana llegaba al pueblo a beber cerveza y embriagarse y era grotesco porque en las cantinas del
pueblo le gustaba formar discusiones y peleas con los borrachos.
Para el mes de febrero
de 1970 el pueblo se encontraba disfrutando de los carnavales, fiesta folclórica de la Costa Norte de
Colombia.
El ganado de Víctor, se alimentaba de manera directa del suelo del
campo, siendo éste el alimento más
económico y fácil de obtener, y que es un elemento que le proporciona la
energía necesaria al animal para la producción de leche.
Varias vacas de
propiedad de Víctor rompieron el alambrado de la parcela de Juan Manuel y se
comieron un cultivo de yuca y Juan Manuel al tener conocimiento del
acontecimiento se puso furioso y manifestaba públicamente que Víctor Silvestre
se las pagaría.
Un sábado de carnaval
Víctor Silvestre y Juan Manuel Navarro se encuentra en la caseta del pueblo en
las horas de la mañana, ambos
embriagados de licor y maizena; Juan Manuel, le hace el reclamo a Víctor que le indemnizara
la hectárea de yuca que su ganado vacuno se había comido y que fueran donde el
Inspector de Policía de la Loma para hacer el documento que serviría de título valor para garantizar
el pago del daño.
Víctor Silvestre, lleno
de ira le responde, que no va a pagar ningún daño, que sería mejor que
arreglara su cerca con su alambrado para
que su ganado no ingresara a su parcela. Los lugareños que se encontraban en la
caseta rodean a Víctor y a Juan Manuel, florecieron los insultos de ambas
partes, roce de manos y las miradas se convirtieron en gasolina para prender la
pasión de una sociedad que vive con los puños arriba, listo para dar el primer
golpe.
Muchas veces, las
peleas de los pueblos de la Costa Norte de Colombia es cuestión de orgullo,
otros mencionan que se sienten felices de recibir golpes como un masoquista y
solo unas cuantas personas dicen que se avientan si es estrictamente necesaria la pelea.
La discusión entre los
dos lugareños de la Loma, presagiaba un final trágico, la gente corría de un
lado a otro, porque los dos protagonistas de la discusión intentaron golpearse
y fueron apartados por las personas que los rodeaban, hasta que llegó el
momento en que Víctor Silvestre reto a
Juan Manuel a un duelo a muerte, de pistolas el próximo domingo en el mercado
del pueblo, a lo que Juan Manuel acepto, acto seguido solicitaron la presencia
del inspector de Policía del pueblo para establecer las regla del duelo.
Así, que acordaron para
el domingo siguiente el duelo a muerte, vestirse de blanco, utilizar un
revolver 38 largo con las seis balas cada uno, cuatro testigos, dos impuestos por cada una de
las partes, ambos unidos por la espalda, vestidos de blanco, contar diez pasos
y disparar contra su opositor y era de obligatorio cumplimiento la presencia
del Inspector de Policía; se regó la noticia en el pueblo y en toda la región,
en la que dos hombres resolvían su disputa a vida o muerte.
El acto de matar o morir en pos del honor personal ha estado presente
desde siempre en todas las civilizaciones.
Según los lugareños del
pueblo, la idea del duelo a muerte, surgió de las películas mexicanas, que se veían en el teatro del pueblo del lejano oeste
de los Estados Unidos de América.
Llego el día indicado
por las partes, Víctor Silvestre y Juan Manuel, se presentaron vestido de
blanco con su revolver en la funda que colgaba de sus cinturones en el mercado
del pueblo; los familiares y amigos de ambos opositores todos vestidos de
negros, los cuatros testigos, el Inspector de Policía y una romería de personas
de toda la región se hicieron presente para ver el duelo a muerte.
El Inspector de Policía
de la Loma, voz en cuello, anuncio el ritual que debía hacerse antes que
los desafiantes procedieran a iniciar el duelo. Primero rezar un padre nuestro,
segundo firmar un acta en la que los desafiante expresaban libremente su
voluntad de realizar el duelo a muerte y tercero la colocación de los dos
hombres de espaldas, para luego, el Inspector de Policía contar hasta diez para
que Víctor Silvestre y Juan Manuel,
desenfundaran su arma y procedieran a realizar los disparos contra su opositor.
Esa
mañana se inició con ganas de llover, unos negros nubarrones se veían en el
cielo, que presagiaban un fuerte aguacero, tres gallinazos negros, se posaron en
la rama de un árbol, muy cerca de donde se realizaría el duelo a muerte; como
espectadores.
En una cantina que quedaba al frente del mercado público de la Loma,
sonaba en esos momentos a todo volumen la ranchera mejicana MATARON A LUCIO
VASQUEZ, que los borrachos que allí se encontraban bebiendo, pedían repetidamente; en la cantina “de que me quedo me quedo”, nombre que significaba en aquel
instante, que alguno de los dos retadores, quedaría tendido en el suelo del
mercado de la Loma.
En
el ambiente se anunciaba que merodeaba una tragedia, los dos retadores vestidos
de blanco se encuentran de pies frente a la plaza del mercado de la Loma,
acariciándose las espaldas cada uno con su revólver en el cinto del cinturón…….
Acto
seguido se escucha la voz del Inspector de Policía, haciendo el conteo, y cada
uno va caminando un paso; cuando la voz del inspector anuncia el número diez,
cada oponente desenfunda su revólver y volteándose disparan y las balas se
depositan en el corazón de cada uno de los desafiantes, cayendo al suelo
tiñéndose de rojo las camisa y produciéndose la muerte al instante.
Todos
los familiares y amigos rompieron el silencio en un llanto profundo y dentro de
la multitud salió un hombre que tenía el remoquete de TOÑO LOCO, que no era
loco en Poponte ni en Rinconhondo, pero sí lo era en Chiriguaná y en toda la región, acercándose a
los dos cadáveres manifestó a todo pulmón: “ESTOS HIJOS DE PUTAS, SE MATARON POR
MARICAS”.
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