EL BILLETE FALSO !
AUTOR: EURIDICES
PÉREZ PADILLA. (ICHE PÉREZ)
EL mundo económico durante los años 1929- 1938, enfrento una
dura depresión económica, que consistió en una disminución sostenida de la
producción, acompañada ya de una alta
tasa de desempleo y quiebra empresarial, se presentó el fenómeno de las bananera en el Caribe
Colombiano, el asesinato de miles de
obreros.
De las compañías bananeras por el ejército del país. Es
considerada como una forma rara y extrema de recesión. Una depresión se
caracteriza por un incremento del desempleo, restricción de créditos, reducción
de la producción y de la inversión en el campo, porque Colombia era un país de
campesinos.
En el año de 1936, mi pueblo Chiriguaná sufrió un verano
espantoso y el 6 del mes de Agosto, a eso de las 2 de la tarde se presentó
un voraz incendio, que me cuentan los nonagenarios que nadie ha podido explicar, donde se inició
la confragacion, debido a que a esa hora de la tarde, todas las personas estaban descansando, ya que
se presentaba un ardiente sol, lo único que escuchaban eran los gritos de auxilio, fuego, fuego,
cuando quisieron emprender la tarea de apagar el incendio la candela había
cogido fuerza y las primeras cuadras ya se habían quemado, porque soplaba una
fuerte brisa playonera y la mayoría de
las casa eran de bareque con techo de palma, una que otra tenía el techo de
zinc, a las 3 de la tarde de ese
espantoso día el fuego consumía las casas alrededor de la iglesia, que también
era de bareque con techo de zinc , entonces y en medio del desespero el cura
Manrique llamó a los creyentes que sacaran la imagen de la virgen de
Chinquiquiera y la colocaran enfrente
del incendio que amenazaba con consumir y cobertir en ceniza a todo el pueblo.
Me cuentan mis narradores que la virgen hizo un milagro,
porque con su presencia las brisas mermaron hasta desaparecer totalmente, el incendio
disminuyo tanto que dio tiempo que la gente con baldes, canecas y agua traída
de los pozos que se encontraban a más de un kilómetro, pudieran apagar
totalmente la confragacion.
Después de este sofoco pueblerino, las autoridades evaluaron
las pérdidas, así: se redujo a ceniza la Alcaldía, la cárcel, el cepo,
ochenta casas de bareque y de zinc, correspondiente a cuatro cuadras a la
redonda.
La administración municipal, contrato con Vicente Díaz la
reconstrucción del edificio de la Alcaldía, la cárcel y el
cepo, con paredes reforzadas y techo de
zinc, para lo cual el maestro en construcción de vivienda de la época pidió
seis meses para la reconstrucción del inmueble y entregarlo en estado de usufructuarlo
con pisos de cemento recubierto con baldosas
y figuras decorativas.
Para entonces Chiriguaná, era una pueblo donde no había luz
eléctrica, los pobladores se alumbraba con mechones, o sea, un pote que se le
colocaba dentro un trapo y se le echaba petróleo o en su defecto a.c.p.m, traído
de la ciudad del Banco por medio de las lanchas que viajaban dos veces por
semanas y de aquí al resto del país, ya fuera Barranquilla o Bogotá en una travesía
de más de 8 días; fue este el tiempo en que en la población se veían en las
noches toda clase de espantos y brujas, en la calle del Cascajo salía el diablo
sonando unos cascabeles, en barranquillita a media noche aparecía un hombre sin cabeza y las brujas que también
aprovechaban la oscuridad de la noche y salía hacer sus fechorías, sobre todo
los fines de semana.
Don Vicente viajo a comprar los materiales para la
reconstrucción de la Alcaldía, ubicada en la calle central con carrera primera
esquina y llego hasta la ciudad de Barranquilla, donde compro todo lo
pertinente, pero en el mercado de aquella ciudad, también se encontró con unos
malandrines que le ofrecieron y vendieron un saco con rollos de billete falso a menos precio y un foco de
mano, con un pequeño bombillo que hacia brillar los billetes en la oscuridad,
él con estos billetes falsos salía de su
casa a conquistar mujeres y a ofrecerle grandes suma de dinero para que
estuvieran con él, gozando un ratico, dicen que don Vicente era todo un señor
alto, blanco, bien parecido, cabello liso,
serio, casado con la señora María con quien tuvo varios hijos, era
respetado en la comunidad por su arte de hacer casas de bareque y de zinc.
Dicen que él esperaba la oscuridad de la noche y se escapaba al centro de la población y de allí, cuando
los mechones se estaban apagando aparecía como un fantasma, es decir, salía de la nada y
siempre en casas de las viudas o de las mujeres que su marido se había ido a
trabajar a Venezuela, les ofrecía ayuda en dinero, le mostraba e iluminaba los billetes con su foco milagroso, porque me
dicen algunas de estas ancianas , que hacía ver que los billetes eran reales e
incluso se los entregaba para que los acariciaran y efectivamente parecían reales o que eran de verdad.
Las señoras humildes y pudientes de este pueblo, aceptaban
las bondades de don Vicente de acostarse una noche con él a cambio de una
fuerte suma de dinero, el cual entregaba después de realizada la faena, pero el
día siguiente cuando las señoras iban a comprar y entregaban los billetes a los
dueños de tiendas y almacenes que en su mayorías eran turcos , italianos, antioqueños y personas de otras partes de Caribe,
recibían la noticia que los billetes era
falso y le preguntaban quién se lo había entregado y las señoras no hablaban, o
sea que se quedaban calladitas y chuzadas, mientras tanto don Vicente seguía
con sus artimañas en la población.
Cuentan que una señora muy estimada que vivió hasta su muerte en la plaza las
Mercedes, fue compañera por algunos años de Vicente, quien le construyó una
casa de bareque con techo de zinc y
quien recibió unos billetes falsos y los utilizó para comprar muebles,
consistente en un catre y cuatro
asientos para organizarse con él y para
ello, fue donde el ebanista del momento
Don Chao Salazar, quien era un hombre de una talla muy bajito, calvo y chueco.
Chao, hizo el negocio y emprendió
sus trabajos y en menos de quince días entrego el pedido, que
fue cancelado con los billetes falsos, Chao, esa noche observo una y otra vez
los billetes, los cogió y los aseguro en un viejo cofre de madera, ya que debía
pagarle una plata a un Turco, quien era el mejor comerciante de madera y tablas en la población.
Entonces, guardo muy
celosamente el cofre y en él los
billetes, que al cabo de tres meses fue a sacar para pagar y los encontró
convertidos en varios pedazos de papel, él Chao se quiso enloquecer y cuando
llegaba el Turco a cobrar su plata, él se escondía y se escondía hasta que ese día,
Chao desayunaba cuando el Turco se le
presento, él corriendo se mete dentro de uno de los ataúdes que tenía para vender a los familiares de difuntos que
morían. El Turco lo busco por toda la carpintería y hasta en la casa de los
familiares, que estaba continuo a la carpintería y no lo encontró, ya de regreso
se puso a abrir la puerta de cada uno de
las ataúdes, hasta que encontró a Chao como un muerto dentro del ataúd y dijo
“Chao págame después morite home”.
Uno de los hijos de don Vicente; Rubén alcanzó a sacar unos
rollos de billetes falsos, que también utilizo durante mucho tiempo y le sirvió
porque Rubén alcanzó a tener muchos hijos con una y otra mujer en la población
y por eso lo llamaban “BILLETES FALSO”.
Don Vicente murió a la edad de 87 años, un día Viernes como
él lo había pronosticado y dicen los asistentes al velorio, que a eso de las
siete de la noche, de ese día de la nada
apareció un perro negro con una lengua grande y larga, este animal quiso arrastrar el ataúd y derribar la tumba
de Vicente y rebusco por toda la casa, hasta en los bolsillos del difunto, se
cree que buscaba los billetes falsos restante, o sea, aquellos que Vicente no
alcanzó a utilizar en su larga vida.
Los vecinos, amigos y pobladores presente a esa hora en el
velorio salieron despavoridos y no encontraban que hacer para evitar que el
animal terminara de hacer más estrago en la casa; la señora María conservaba un
botellón lleno de agua bendita que adquirió de la pileta bautismal el día
del bautizo de Rubén uno de sus hijos y además la imagen de Jesucristo en la cruz, lo cual
utilizo muy rápidamente, tirándole agua bendita al animal y mostrándole la imagen, a lo que el perro se resistía una y otra vez, es decir, se devolvía a seguir
esculcando.
Después del percance, hubo la necesidad de ir donde Chao Salazar, para comprar de
contado otro ataúd de madera fina, el cual se pagó inmediatamente, Chao reviso minuciosamente
los billetes y les dijo a los hijos y familiares, que esos billetes los iba a
colocar separado de la otros, por pura malicia, no fuera a ser billetes falsos.
Me cuentan que el día siguiente, a eso de las tres de la tarde
se celebró el entierro de Don Vicente,
la mayoría de la gente de la población asistió al entierro y se prepararon con imágenes de Jesucristo en estampitas y se echaron agua bendita en el cuerpo y el
cura Manrique colaboró y antes de una hora terminó la ceremonia, para que fuera
enterrado con la luz de la tarde.
La fama del hombre de los billetes falsos perduro en nuestro
pueblo por mucho tiempo, fue a finales de la década de los 60 y 70 y el avance
de la educación en el pueblo y la llegada de la luz eléctrica, la que
permitió disminuir la desconfianza de
las mujeres, en el recibimiento de
billetes en el comercio de compra y venta.
Todas aquellas mujeres jóvenes que alcanzaron a vivir y estar
con Don Vicente y su hijo Rubén y que fueron engañadas con los billetes falsos,
están llegando a una edad de 79 a 82 años y recuerdan aquellos días sabroso,
hermosos y hacen memoria que eran épocas en que algunas se dejaban engañar a
propósito para gozar la vida con Don
Vicente.
Fin.
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