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MAMÁ, DIME CÓMO NACÍ - AUTOR: HONORIO ANTONIO MARTINEZ CUELLO.







Por: Honorio Antonio Martínez Cuello.

Para el siete de diciembre de 1967, se celebraba en Chiriguaná (departamento del Magdalena en esa época) la noche de las velitas;  las familias del pueblo, se organizaban durante todo el día con pólvora, licores, bailes y parrandas para festejar las fiestas de las velitas, en homenaje a la Virgen de la Inmaculada Concepción, que significa para los chiriguaneros el inicio de la temporada de fin de año y de las fiestas.

Se escucha en el pico de Chema Bozo y en las cantinas del pueblo, especialmente de la Plaza de las Mercedes, una canción que identifica las fiestas de la Inmaculada Concepción; se llama  las cuatro fiestas, la cual anuncia la apertura de la jarana[1] de fin de año y carnavales con su célebre verso “que linda la fiesta es, en un 8 de diciembre”. El cielo de Chiriguaná se ilumina con esplendor y corre la pólvora con mucho Ron Caña; por la bocina colgada en un árbol de almendro en el patio de  la cantina de Chema bozo, los habitantes de la Plaza de las Mercedes escuchaban  a la agrupación musical de Adolfo Echeverría con la voz de Nury Borrás que entonaban el tema musical de la temporada:

LAS CUATRO FIESTAS

Por la ribera se ven 
arbustos y cocoteros (bis). 
Y los negros pescadores 
en canoas vienen ya 
como lanzaban hundiendo 
sobre lodo su cañal. 

Las noches iluminadas 
me recuerdan el Edén 
por todas partes prendidas 
estrellitas ya se ven. 

Rema, rema 
Rema ligero Juan 
Rema, rema 
Que vas llegando ya 
Rema, rema 
Rema ligero Juan 
Rema, rema 
Que vas llegando ya. 

Que linda la fiesta es 
en un 8 de diciembre (bis). 
Al sonar del traquitraqui 
que sabroso amanecer 
con ese ambiente prendido 
me dan ganas de beber. 
La pascua que se avecina 
anuncia la navidad 
un año nuevo se espera 
que dan ganas de tomar. 

Toma, toma 
Tomate el trago Juan 
Pa' que pueda bailar 
Toma, toma 
Tomate el trago Juan 
Pa' que pueda bailar. 

Pero que sabrosas son 
las fiestas de carnavales (bis). 
Con caretas y disfraces 
las comparsas vienen ya 
ese golpe de tambora 
a la cumbia invita más. 
Con la batalla de flores 
el desorden se formó 
las carrozas y las reinas 
alegran el corazón. 

Baila, baila 
Baila la cumbia Juan 
Baila, Baila 
Que llegó el Carnaval 
Baila, baila 
Baila la cumbia Juan 
Baila, Baila 
Que llegó el Carnaval


Los muchachos que habitaban el pueblo, sobretodo los de la Plaza de las Mercedes, bien vestidos y  felices, entonaban  las cuatro fiestas. Se escuchaba una ráfaga de alegres gritos juveniles cuando se visitaban las casas de los amigos, donde en un arbolito colgaban las velas prendidas y otras en los andenes de las casas, en el andén de mi casa, se prendían nueve velas una por cada miembro de la familia.

En la Plaza de las Mercedes se podía sentir la alegría que irradiaban los jóvenes, y como a las diez de la noche, mi madre María del Tránsito Cuello, le dice a mi hermana Maria Leonela –Leo, ve a buscar a Toñito–. Ella sale de la casa a buscarme y cuando me encuentra me dice –Toño, mi mamá te está llamando, vamos para la casa–.

Regreso a casa acompañado de mi hermana y encuentro a mis padres sentados en unas mecedoras en la terraza de la casa, no había luz eléctrica en Chiriguaná, la luna llena y una lámpara de querosene era lo único que iluminaba el frente de mi casa, agarro un taburete[2] hecho para niños y me siento al lado de mi madre, luego reposo mi cabeza en su regazo; mi madre juega con mi cabello y mientras siento sus suaves manos en mi cabeza se me ocurre preguntar –Mamá, dime cómo nací–. 

Igual que mis cuentos favoritos, me gustaba que mi mamá me contara la historia de mi nacimiento una y otra vez; escuchar cuál fue nuestro origen y cómo llegamos a este mundo es algo que los niños les gusta saber, por ello cuando mis hijos le hacían a su madre Lenys Beatriz Pérez Díaz la misma pregunta que yo a  mi madre, recuerdo con añoranza mis años de infancia.

No sé qué es lo que más me gustaba, si la peripecia vital que vivieron mis padres el día en el que yo vine a este mundo o la forma en que me la contaba mi madre, en primera persona, viviendo en cada relato, aquel momento, como  si hubiera ocurrido ayer.

Mi madre mira el cielo, contempla la luna y las estrellas, observa la Plaza de las Mercedes iluminada de velitas, mira a mi padre quien se ha quedado dormido y ronca como un tigre, luego mira mi cabeza en su regazo y comienza el relato:

El día 31 de enero de 1956, me levante temprano a hacer los quehaceres de la casa, con una enorme barriga que abultaba más que yo, era tan grande que casi no podía con ella”. Al oir el inicio de la historia suelto una carcajada tan ruidosa que mi padre se despierta y pregunta que está pasando, mi madre le contesta que me está relatando mi nacimiento, continuando su relato así:

Era casi las nueve de la mañana y estaba preparando el almuerzo, cuando de repente… algo me hizo sentarme en un taburete a toda velocidad, bueno,  teniendo en cuenta la velocidad con la que yo podía sentarme en el taburete. Al sentarme, siento un líquido que había descendido por mis piernas y estaba toda mojada. Era la señal que venias a este mundo.

Asombrado con el relato de mi nacimiento, me quedo en silencio y atento a cada palabra que iba diciendo.

Tú padre y tus  hermanos me preguntaban nerviosos ¿qué hacemos?, tu abuelo Ubaldo que acababa de llegar en un burro negro preguntó –¿qué está pasando?–. Yo le contesté –este muchachito ya se quiere salir de la barriga a hacer travesuras, Ubaldo busca a la negra Benilda Flórez y le dices que voy a dar luz,  que ya  rompí fuente–; tu abuelo en un santiamén[3] sale a buscar a la negra Benilda, partera del pueblo, quien a los pocos minutos se presenta en la casa acompañada de  su asistente.

Tu padre, tus hermanos y tu abuelo estaban nerviosos. Me dirijo al dormitorio y me acuesto en una cama de lienzo, donde la negra Benilda con su ayudante inician el proceso del parto. En la sala de la casa se encuentra tu padre Pedro, tu abuelo Ubaldo, tus hermanos (Rogerio, José Manuel, Felicia, Rosmira y Maria Leonela); Rosmira y Felicia dicen que sea niña y Rogerio y José Manuel dicen que sea varón.

Tu padre alababa mi entereza. Él, por su parte, estaba hecho un manojo de nervios, cualquiera que lo hubiera visto pensaría que era él quien iba a parir, a pesar de los seis hijos que habíamos tenido; yo por mi parte me sentía un poco tranquila. En realidad, me encontraba bien, aún no sentía las contracciones, evidentemente la expulsión del bebé lleva su tiempo y no había de qué preocuparse.  

Yo estaba feliz, relajada y tranquila, sabía que tú estabas bien. Estaba preparada para lo que tenía que hacer, sabía que estabas dispuesto a nacer ese día.

La partera Benilda Flórez, después de hacerme el reconocimiento,  confirma que todo está bien, que había empezado a dilatar y cada diez minutos me revisaba. Tu padre y hermanos, quienes se encontraban afuera del dormitorio en el que me encontraba, estaban ansiosos y con mucho deseo deseo de tenerte en sus brazos.

A las diez de la mañana, por fin te tuve en mis brazos por primera vez, me miraste y mi mundo se detuvo, en ese momento supe que daría mi vida por ti. Naciste negrito con el pelo lacio, tus ojos seguian clavados en los míos, como dos flechas de amor, un amor que ha crecido y sigue creciendo, Toñito.” Al decir eso, mi madre levanta mi cabeza y me da un beso en la frente, yo sonrío ampliamente mientras ella continua con su relato.

Me apretaste el dedo con tus manitas y me atrapaste por siempre, hijito de mi corazón. La partera Benilda, corta el cordón umbilical, te da una palmada en las nalgas, tu comienzas a llorar y ella le grita a los que están afuera esperando la noticia –nació varón–. Al conocer la noticia que tu habías nacido varón,  Rogerio y José Manuel,  formaron una algarabía en la sala de la casa y  gritaban a todo pulmón llenos de alegría y felicidad a Felicia, Rosmira y Maria Leonela, “nació varón”, “nació varón”, “nació varón”. La negra Benilda te baña y te pone un pañal, sale del cuarto contigo en brazos para que tus hermanos y tu papá te conozcan.

Tu  hermana Rosmira apenas te ve exclama –es un negrito revuelve el agua–, Felicia dice –es un negrito espanta la virgen–, a lo que Rosmira le responde a Felicia, –no es un negrito bañado en vinagre–. Todos sueltan la risa, tu hermano Rogerio te coge entre sus brazos y con José Manuel salen a la Plaza de las Mercedes para que los lugareños te conozcan, los vecinos del barrio exclamaban –Ay se parece al hermano de la niña Transito– refiriendosé a tu tío José Antonio Cuello del Río. Sabía que te parecías demasiado a mi hermano, por ello le dije a la negra Benilda que tu nombre sería José Antonio en honor a mi hermano.

Y así fue como naciste, Toñito, y justo como lo haces ahora siempre te ries a  cargajadas cuando te cuento cómo naciste”.

Riendo tal como lo decía mi mamá, le pregunto luego, –¿mami porque no me pusieron el nombre de mi tío José Antonio?– a lo que ella responde –bueno, mi amor, esa es otra historia… ¿Quieres que te la cuente?–. Yo muevo varias veces la cabeza asintiendo, ella se sonríe y dice:

Pasaron un par de días desde tu nacimiento, tu papá se encontró con el señor Nicolás Bautte Céspedes, quien era el gerente de la Caja Agraria de Chiriguaná y famoso gallero de la región, y le pidió que fuera tu padrino; luego fue en busca de la señora Ture Arce, para pedirle que fuera tu madrina, al tener la aceptación de ambos padrinos fijamos la fecha del bautismo en la iglesia de Nuestra Señora La Virgen de Chiquinquirá de Chiriguaná.

Llego el día y la hora indicado, salimos para la iglesia con tu padre y tus hermanas,  en el trayecto siempre nos deteníamos porque los amigos querían conocerte haciendo comentarios entre ellos que eras muy parecido a mi hermano José Antonio, a lo que respondía que ese era tu nombre.

Llegamos a la iglesia, el sacerdote predicaba en la celebración de la Santa Misa –Este año,  las fiestas de Nuestra Señora de la Virgen de Chiquinquirá, el lema es “Misericordioso como el padre”, esto quiere decir que hay que tener una actitud misericordiosa, ponernos en el lugar del otro y querer ayudar a los demás”, luego agregó “siempre la devoción a la Virgen de Chiquinquirá tiene ese especial interés por el pan y el trabajo, pero no podemos olvidar el resto de la vida de la iglesia y que este año nos lleve a tener esta actitud de misericordia con los demás”.

Terminada la misa el señor Honorio Hernández Cárcamos, exalcalde, ganadero y hombre prestigioso de la región; se le acercó a tu padre y le dijo –Pedro, que nombre le vas a poner al niño–, tu padre contesta, –el nombre del niño es  José Antonio, el mismo nombre del hermano de Transito–. Honorio le dice a tu padre –¿por qué no le pone al niño Honorio Antonio?–, tu padre contesta –eso háblelo con Transito–.   

Las personas de renombre del pueblo se encontraban reunidos en la iglesia, entre ellos se encontraban la esposa de don Honorio, Nelva Granados; Rafael Peinado, Pedro Antonio García, Isabel Royero, Ture Arce (quien iba a ser tu madrina), Tía Pella, Nelson Pava, Manolo Royero, el maestro Juan Mejía Gómez, entre otras. Todos ellos trataban de convencerme que te pusiera Honorio Antonio en vez de José Antonio, yo me oponía firmemente a cambiarlo. 

Tía Pella, mujer muy creyente y devota a la Virgen de Chiquinquirá me dijo –Transito escuchaste lo que dijo el sacerdote debemos tener una  actitud de misericordia con los demás–. Yo no quería aceptar y ya había culminado la misa e iba a comenzar el bautizo, al ver mi actitud negativa Honorio Hernández Cárcamos le dijo a tu padre –Pedro te regalo una vaca, si le pones el nombre de Honorio al niño–, tu padre le volvió a decir que quien decidía sobre el asunto era yo, al escuchar la propuesta los presentes me rodearon y trataban de convencerme de cambiar el nombre.

El señor Honorio Hernandez quería desesperdamente que alguien del pueblo tuviera su nombre y al verme obstinada a no cambiarte el nombre de mi hermano José Antonio, llamó a uno de sus trabajadores de su hacienda y le dijo –Juancho ve a la hacienda y le llevas a la casa de Pedro Martínez, la vaca “mi retoño”– y este inmediatamente se subió al caballo y se fue a buscar la vaca.

Se celebró el bautismo y cuando el sacerdote me pregunto cuál era el nombre del niño yo le conteste que Honorio Antonio, una alegría infinita se reflejó en los rostros de todos los asistentes, hasta el padre se reía lleno de felicidad; al llegar a la casa encuentro la vaca amarrada a un árbol de matarraton que se encontraba sembrado al frente de la casa y por eso te pusimos el nombre de Honorio Antonio”.
Y como siempre hacía cuando me contaba la historia de mi nacimiento y de mi nombre le di un beso y un abrazo a mi mamá.

FIN.


También puedes escuchar mi música ingresando al siguiente link https://open.spotify.com/album/2JXHP6WCIM9aFqgYJO6nd9 .  Espero que la disfrutes.




[1] Las fiestas de fin de año.
[2] Silla artesanal hecha de madera y cuero de vaca sin brazos.
[3] Rápidamente.

Comentarios

  1. Ese es mi abuelo, Honorio Hernández,a quien recuerdo orgullosamente con mucho cariño. Era un niño cuando murió, pero afortunadamente guardo vivo esos recuerdos... Roberto Carlos Hernández Murillo. Que bonito relato!

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  2. Hermoso y conmovedor relato, y nos permite conocer las costumbres de tan linda y lejana tierra

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  3. Nojoda Primo Hermano. Escribo y se lo que es eso. Te felicito de todo corazón. Tú escribes muy bien!
    AJACUEVA

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  4. Dios te premio con un gran talento y mucha sabiduria para
    Ser un gran personaje en la vida te felicito por esa mente prodigiosa disfrutala al lado de tus seres queridos que Dios te regalo cuidalos chao de tu amiga.

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